EL TIEMPO
- Columna 7
- 27 jun 2021
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 19 jul 2021
Por: Rosember Rivadeneira Bermúdez
El tiempo es el gran revelador y el mejor de los sepultureros.
Todo emerge en su transcurso, nada permanece envuelto en la oscuridad y tampoco le sobrevive.
Todo es consumido y transformado.
Al hipócrita lo desenmascara y a los arrogantes los envejece, debilita y arrodilla. Al malhechor le concede oportunidades de edificación, mientras le arrebata la tranquilidad del sueño. Al vanidoso lo sumerge en lo que para él es la agonía de las canas, las arrugas y el ocaso, y al sabio lo enriquece con dones que ningún mortal le puede arrebatar.
La tempestad es reducida a la calma, y el ruido al silencio.
Crea círculos viciosos con distintos personajes, conduciéndolos de la paz a la guerra y a la destrucción, y de la guerra a la paz y a la edificación.
Conduce las lágrimas a la esperanza, para dar paso a la sonrisa, y a esta a la sombría calma, que le sirve de antesala al llanto.
A la sal la torna dulce y el dulce en sal, así el mar en río y al río en mar, y también el espíritu en carne, y la carne en espíritu.
Al concebido le permite nacer, arribar a la adultez, envejecer y desencarnar, y en su itinerario de vida lo conduce de la ignorancia a la duda, y de la duda a la certeza.
A favor del moribundo rasga el velo de la eternidad, para que vislumbre el porvenir espiritual.
Espíritu eres, en carne te convertirás, luego al polvo te reducirás, y al Padre tendrás que retornar.
Elocuente y muy acertado. El tiempo es un factor determinante de compromisos inexorables en la vida.